CIEN GOLPES
Había recuperado una
gran parte visual de mis recuerdos, surgidos estos, de entre “una” de esas
escapadas a las montañas, tan frecuentes en días de décadas pasadas. Los
momentos se hicieron presentes (a través de las foto), gracias a Juan Carlos
Jacky, quien me las envío, y fuera compañero en esa: la expedición del CABA, en
busca de las “Cascadas Escondidas”. Retratadas
estaban las escenas precisas. Testimonio origen de esta declaración.
Las fotos que yo había
capturado, en esa aventura, me habían sido arrebatadas, arrastradas por la
corriente, en un intento personal por vadear
un arroyo. Aquel, que en la ida resultaba un arroyo, y el cual tras largos días de lluvia, se había
convertido en un fuerte rápido. La profundidad del mismo (con su fuerza), había
llegado hasta la altura de mi cintura... La experiencia que otros, siempre nos
han aportan mediante sus experiencias transmitidas en sus vivencias, sean
orales o escritas, complementarias con las normas de seguridad que siempre se habíamos
mantenido; Impidieron que tuviera un
final, mi final. Las cuerdas de seguridad, dispuestas en “V”, se tensionaron al
máximo, para luego, con la tracción ejercida sobre una, pudiese alcanzar la segura
orilla. Nuestros recuerdos, de una aún, antigua historia sobre una expedición, en los
arroyos serpenteantes próximos al Fitz Roy, en Hielo Continental, Patagonia. Sirvió
y mucho. En esa ocasión, solo se contó con una cuerda de seguridad amarrada a
la cintura, y ese fue el fin mortal. Al intentar recuperarlo, siendo
arrastrado por las aguas, su cabeza se hundió, más aún en la corriente, y se
ahogo.
Mojado, me quedaba con
frío, pero con vida.
Los días acumulados de
fatigas y complicaciones climatológicas se hacían sentir. La poca o casi
inexistente alimentación con la que contábamos tras tantos días de marcha era
prácticamente nula. Frente a nosotros, separados por el bravo arroyo, se
encontraba la posibilidad de acceder al campamento base inicial y en él, con el
resto de provisiones de reserva para la
proyectada escalada al cerro Torrecillas.
Bajo la lluvia,
rodeados en la bien llamada selva Valdiviana, con escasa visibilidad, por una niebla que
oscurecía aún más los cañaverales entre altos árboles,
entremezclándose todo con la baja y
confusa vegetación. Los cinco, éramos muy consientes de nuestro próximo límite al
agotamiento total.
En la otra margen la
esperanza segura de víveres, en está
nada.
Decidimos dividirnos en
dos grupos. Realizar dos intentos diferentes para alcanzar la ansiada orilla opuesta.
Un grupo, compuesto
por: Julián, Jacky y Eduardo, con el propósito de construir una balsa, con restos de troncos. Una
vez concluida la balsa, asegurar la
misma mediante una de las cuerdas de escalada a un árbol. Dos, serían quienes
subirían a la misma. Dejarla flotar entre los rápidos, donde la situación más
difícil se plantearía en los remolinos formados por el encuentro de los dos arroyos
que confluían al Lago Menéndez(Brazo Oeste).
El otro grupo: Pàblo y
yo (Jorge), intentaríamos arroyo arriba. En una parte donde el mismo arroyo semejaba dar
la impresión de bajar más tranquilas sus aguas En ese lugar, nos proponíamos
talar un árbol que pudiésemos utilizarlo de puente de paso, entre márgenes, al
caer abatido, uniendo ambas orillas. Nuestros
medios: uno de los machetes con cruceta, y una de las piedras de afilar que
portábamos en esos años de 1975.
Habíamos seleccionado
el árbol junto a la orilla. Golpe a golpe, 100 golpes continuados por parte de
cada uno, y comenzamos a machetear un árbol. Tac-tac-tac-tac-tac…
100 golpes que
repercutían en el brazo al tiempo que en el duro árbol. Cien duros golpes y
otros cien y otros cien y otros cien… el tiempo de re-componerse era escaso,
agua nos sobraba por todos lados, en tanto que unos cinco o seis caramelos
“Sugus”, eran todo lo que disponíamos para compartir y reponer alguna caloría.
Quien mejor afilaba el
machete era Pablo, así que tenía una tarea adicional.
Cien golpes que
templan, como templan cien pasos en la nieve, en portear equipo, en caminatas
con pendientes, en situaciones de montaña, carreras, náutica, en unas palabras,
en la forma de afrontar un espacio de tiempo y resolución.
Un ritmo, una métrica,
un método, un puedo y llego, para luego poner a cero el contador y comenzar
otra vez, continuar. Mente-Voluntad-Cuerpo, responden como un único estado.
Todo aquel que llegó a
leer hasta esta línea y practica algún deporte, alguna técnica física o mental,
sabe lo que intento expresar. Sabe por conocimiento propio. Elaborar la
perseverancia en la concentración y ser trasladada a la acción o a la inacción.
Esos cien golpes se
presentaron en mi vida, educándome.
Los cien golpes talaron un árbol, de respetable envergadura, y tal como cayó, ante
nuestra sorpresa, fue arrastrado por la corriente, como si fuera un
mondadientes, un palillo para los dientes. Tal era la fuerza. Tal nuestros
incrédulos y agotados rostros.
Regresamos con el resto del grupo.
La precaria balsa
construida, se finalizó, con dos tripulantes se introdujo en el arroyo, pocos segundos después estaba ya
entre los rápidos y remolinos. Aferraros, semi-sumergidos con los leños y la
cuerda de seguridad resistió. Por unos eternos instantes, todos, contuvimos el
aliento, instantes eternos, en los cuales la vida de tus compañeros pende de un
sutil hilo. Julian y Jacky alcanzaron la orilla, la cuerda, y la voluntad, “resistieron”. Los
obstáculos aún continuarían…
Las experiencias
recogidas se ampliarían para todos en el futuro.
Habíamos coincido los
cinco en una expedición, habíamos previsto muchas cosas (Con la documentación
histórica disponible), para que aprendiéramos de ellas. Teníamos experiencia y
entrenamientos. No obstante, los
imprevistos, suelen ocurrir en mayor o menor medida.
¿Cuáles eran las razones que nos habían impulsado a vivir esas
experiencias?
Algunos podrían decir: otra experiencia
temporal deportiva, un periodo de curiosidad por lo desconocido o tantas y
tantas motivaciones más. Estarán siempre aquellos otros, que en ellas descubren
una forma de vida, fruto de lo pasado y
vivenciado. Alimento, para el resto de sus días.
Se dice que las
experiencias están ahí. Solo queda recogerlas. Solo visibles para aquellos que
opten por la observación. Transitando por la vida.
En mi caso, las cumbres
se sucedieron, junto con los entrenamientos, montañas, mares, cielos,
carreteras, etc. Con formas nunca
impuestas, ni forzadas, sí, integradas, respetadas, comulgadas. Formas que
pasaron a formar una parte de mí, como
individuo personal y social.
Las experiencias de los
veteranos se funden muchas veces con las sorpresas del iniciado, en la
admiración y el respeto por lo concientizado, eso es lo que les identifica y
une.
Un iniciado puede ser
un veterano, en el tiempo.
Lo que no ha de
faltarle es: vocación, tenacidad, perseverancia, firmeza, cordura, pasión y
unas buenas partes de buena estrella, en su objetivo. El principiante puede
conseguir metas externas pero en un cierto momento, comprenderá, que sus
mayores logros serán sus metas internas y eso se llama veteranía,
transformándose en una forma de existencia.
Hoy desde esas fotos,
han pasado 39 años de mi vida. Muchas veces 100x100x100…
Viví su escuela, educación,
enseñanza “aprendida”. Con menor o mayor acierto aplicada.
Incomprendida o
comprendida, en sus manifestadas expresiones.
El relato general de
esos días quedo en los cuadernos personales, en los depositados en el Centro
Andino Buenos Aires, Parques Nacionales, Centro de Investigaciones Universidad
de la Plata en donde se acompañaban con las muestras sistemáticamente
recogidas, de donde surgieron descubrimientos de tecamebianos no clasificados hasta ese momento
(También era clasificada como una expedición científica). Hasta una revista de
montaña detallo esos días y de los que nos aventuramos en esas tierras, fue
el:”Centro Cultural Argentino de Montaña”- Octubre2013-Exploración a las
Cascadas Escondidas La aventura de expedicionarios en los años
1974-1975(culturademontania.com.ar).
Sé que hubo un antes y
un después, para siempre, en mi.
Quien pretenda solo
conquistar montañas y océanos se habrá olvidado que solo les ha sido permitido
transitar por ellos. Nuestros tiempos son ínfimos, comparados con los suyos.
Poco habrá aprendido, quien pretenda conquistar sin saberse conquistado, poco
habrá logrado. Claro que esa es solo mi personal opinión.
Una foto de cien golpes
me recuerda donde bebí, en un ojo de un manantial inagotable, un elixir eterno.
Texto FB
CIEN GOLPES
Había recuperado una
gran parte visual de mis recuerdos, surgidos estos, de entre “una” de esas
escapadas a las montañas, tan frecuentes en días de décadas pasadas. Los
momentos se hicieron
presentes (a través de las foto), gracias a Juan Carlos Jacky,
quien me las envío, y
fuera compañero en esa: la expedición
del CABA, en busca de las “Cascadas Escondidas”. Retratadas estaban las escenas precisas.
Testimonio origen de esta declaración.
Las fotos que yo había
capturado, en esa aventura, me habían sido arrebatadas, arrastradas por la
corriente, en un intento personal por
vadear un arroyo. Aquel, que en la ida resultaba un arroyo, y el cual
tras largos días de lluvia, se había convertido en un fuerte rápido. La
profundidad del mismo (con su fuerza), había llegado hasta la altura de mi
cintura...
La experiencia que
otros, siempre, nos han aportado, transmitidas en sus vivencias, sean orales o
escritas, complementarias con las normas
de seguridad que siempre se habíamos mantenido; Impidieron que tuviera un final, mi final. Las cuerdas
de seguridad, dispuestas en “V”, se tensionaron al máximo, para luego, con la
tracción ejercida sobre una, pudiese alcanzar la segura orilla. Nuestros recuerdos, de una aún, antigua historia sobre una expedición, en los
arroyos serpenteantes próximos al Fitz Roy, en Hielo Continental, Patagonia.
Sirvió y mucho. En esa ocasión, solo se contó con una cuerda de seguridad
amarrada a la cintura, y ese fue el fin mortal. Al intentar recuperarlo, siendo
arrastrado por las aguas, su cabeza se hundió, más aún en la corriente, y se
ahogo.
Mojado, me quedaba con
frío, pero con vida.
Los días acumulados de
fatigas y complicaciones climatológicas se hacían sentir. La poca o casi
inexistente alimentación con la que contábamos tras tantos días de marcha era
prácticamente nula.
Frente a nosotros,
separados por el bravo arroyo, se encontraba la posibilidad de acceder al
campamento base inicial y en él, con el resto de provisiones de reserva
para la proyectada escalada al cerro
Torrecillas.
Bajo la lluvia,
rodeados en la bien llamada selva Valdiviana, con escasa visibilidad, por una niebla que
oscurecía aún más los cañaverales entre altos árboles,
entremezclándose todo con la baja y
confusa vegetación. Los cinco, éramos muy consientes de nuestro próximo límite
al agotamiento total.
En la otra margen la
esperanza segura de víveres, en esta, nada.
Decidimos dividirnos en
dos grupos.
Realizar dos intentos
diferentes para alcanzar la ansiada
orilla opuesta.
Un grupo de Tres ,
compuesto por: Julián, Jacky y Eduardo, con el propósito de construir una balsa, con restos de troncos.
Una vez concluida la balsa, asegurar la
misma mediante una de las cuerdas de escalada a un árbol. Dos, serían quienes
subirían a la misma. Dejarla flotar entre los rápidos, donde la situación más
difícil se plantearía en los remolinos formados por el encuentro de los dos
arroyos que confluían al Lago Menéndez(Brazo Oeste).
El otro grupo: Pàblo y
yo (Jorge), intentaríamos arroyo arriba. En
una parte donde el mismo arroyo semejaba dar la impresión de bajar más
tranquilas sus aguas En ese lugar, nos proponíamos talar un árbol que pudiésemos
utilizarlo de puente de paso, entre márgenes, al caer abatido, uniendo ambas orillas.
Nuestros medios: uno de
los machetes con cruceta, y una de las piedras de afilar que portábamos en esos
años de 1975.
Habíamos seleccionado
el árbol junto a la orilla. Golpe a golpe, 100 golpes continuados por parte de
cada uno, y comenzamos a machetear un árbol. Tac-tac-tac-tac-tac…
100 golpes que
repercutían en el brazo al tiempo que en el duro árbol. Cien duros golpes y
otros cien y otros cien
y otros cien… el tiempo de re-componerse era escaso, agua nos sobraba por todos
lados, en tanto que unos cinco o seis caramelos “Sugus”, eran todo lo que
disponíamos para compartir y reponer
alguna caloría.
Quien mejor afilaba el
machete era Pablo, así que tenía una tarea adicional.
Cien golpes que
templan, como templan cien pasos en la nieve, en portear equipo, en caminatas
con pendientes, en situaciones de montaña, carreras, náutica, en unas palabras,
en la forma de afrontar un espacio de tiempo y resolución.
Un ritmo, una métrica,
un método, un puedo y llego, para luego poner a cero el contador y comenzar
otra vez, continuar. Mente-Voluntad-Cuerpo, responden como un único estado.
Todo aquel que llegó a
leer hasta esta línea y practica algún deporte, alguna técnica física o mental,
sabe lo que intento expresar. Sabe por conocimiento propio. Elaborar la
perseverancia en la concentración y ser trasladada a la acción o a la inacción.
Esos cien golpes se
presentaron en mi vida, educándome.
Los cien golpes talaron un árbol, de respetable envergadura, y tal como cayó, ante
nuestra sorpresa, fue arrastrado por la corriente, como si fuera un
mondadientes, un palillo para los dientes. Tal era la fuerza. Tal nuestros
incrédulos y agotados rostros.
Regresamos con el resto del grupo.
La precaria balsa
construida, se finalizó, con dos tripulantes se introdujo en el arroyo, pocos segundos después estaba ya
entre los rápidos y remolinos. Aferraros, semi-sumergidos con los leños y la
cuerda de seguridad resistió. Por unos eternos instantes, todos, contuvimos el
aliento, instantes eternos, en los cuales la vida de tus compañeros pende de un
sutil hilo. Julian y Jacky alcanzaron la orilla, la cuerda, y la voluntad, “resistieron”.
Los obstáculos aún
continuarían…
Las experiencias
recogidas se ampliarían para todos en el futuro.
Habíamos coincido los
cinco en una expedición, habíamos previsto muchas cosas (Con la documentación
histórica disponible), para que aprendiéramos de ellas. Teníamos experiencia y
entrenamientos. No obstante, los
imprevistos, suelen ocurrir en mayor o menor medida.
¿Cuáles eran las razones que nos habían impulsado a vivir esas
experiencias?
Algunos podrían decir: otra experiencia
temporal deportiva, un periodo de curiosidad por lo desconocido o tantas y
tantas motivaciones más. Estarán siempre aquellos otros, que en ellas descubren
una forma de vida, fruto de lo pasado y
vivenciado. Alimento, para el resto de sus días.
Se dice que las
experiencias están ahí. Solo queda recogerlas.
Solo visibles para
aquellos que opten por la observación. Transitando por la vida.
En mi caso, las cumbres
se sucedieron, junto con los entrenamientos, montañas, mares, cielos,
carreteras, etc. Con formas nunca
impuestas, ni forzadas, sí, integradas, respetadas, comulgadas.
Formas que pasaron a
formar una parte de mí, como individuo
personal y social.
Las experiencias de los
veteranos se funden muchas veces con las sorpresas del iniciado, en la
admiración y el respeto por lo concientizado, eso es lo que les identifica y
une.
Un iniciado puede ser
un veterano, en el tiempo.
Lo que no ha de
faltarle es: vocación, tenacidad, perseverancia, firmeza, cordura, pasión y unas buenas partes de
buena estrella, en su objetivo.
El principiante puede
conseguir metas externas pero en un cierto momento, comprenderá, que sus
mayores logros serán sus metas internas y eso se llama veteranía,
transformándose en una forma de existencia.
Hoy desde esas fotos,
han pasado 39 años de mi vida. Muchas veces 100x100x100…
Viví su escuela,
educación, enseñanza “aprendida”. Con menor o mayor acierto aplicada.
Incomprendida o
comprendida, en sus manifestadas expresiones.
El relato general de
esos días quedo en los cuadernos personales, en los depositados en el Centro Andino Buenos Aires,
Parques Nacionales, Centro de Investigaciones Universidad de la Plata en donde
se acompañaban con las muestras sistemáticamente recogidas, de donde surgieron
descubrimientos de tecamebianos no clasificados
hasta ese momento (También era clasificada como una expedición científica).
Hasta una revista de montaña detallo esos días y de los que nos aventuramos en
esas tierras, fue el:”Centro
Cultural Argentino de
Montaña”- Octubre2013-Exploración a las Cascadas Escondidas La aventura de
expedicionarios en los años 1974-1975 (culturademontania.com.ar).
Sé que hubo un antes y
un después, para siempre, en mi.
Quien pretenda solo
conquistar montañas y océanos se habrá olvidado que solo les ha sido permitido
transitar por ellos.
Nuestros tiempos son ínfimos, comparados con los suyos.
Poco habrá aprendido,
quien pretenda conquistar sin saberse conquistado, poco habrá logrado.
Claro que esa es solo
mi personal opinión.
Una foto de cien golpes
me recuerda donde bebí, en un ojo de un manantial inagotable, un elixir eterno.
Jorge Richter
-Valencia(18-04-14)